Cuatro meses después de la realización del Referendo Constitucional en Cuba que permitió aprobar por mayoría de votos el nuevo Código de Las Familias, se ratifica que precisamente las familias en nuestro país está en el centro de su entorno comunitario y parte indisoluble de ese concepto que llamamos nación.
A pesar de las complicaciones que nos agobian como las afectaciones con el servicio eléctrico, los elevados precios de productos y artículos, y otras adversidades, la familia no ha perdido la brújula y valoriza su universo familiar.
Por ejemplo en este municipio de Caimanera, territorio limítrofe con la ilegal base naval yanqui, no son pocas las familias que conviven bajo un mismo techo, padres, hijos, abuelos y otros parientes, todos ante los influjos de la contemporaneidad y de los aportes de sus miembros, individualizada, transformada a la luz de los tiempos, pero necesaria e insustituible para nuestros proyectos de vida.
De hecho ver a la familia como una institución tradicional inamovible, sin contradicciones, ni diferencias, ajena a lo que ocurre en el barrio o resto del país es un eufemismo.
Este refugio emocional que tenemos en casa y que cada componente lo hace suyo junto a la convivencia en unión familiar, tiene entre sus prioridades en este texto jurídico que muchos también llaman el Código de los Amores.